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Gadjets para blogger

martes, 8 de febrero de 2011

[.7.] Hogar dulce hogar

«¿Has pensado alguna vez en volar? Sí, como los pájaros. Pero no me refiero al hecho de las plumas ni agitar los brazos. Tampoco como los superheroes que van a gran velocidad con su capa... Me refiero simplemente a volar.
Siempre ha sido uno de mis sueños y cada vez que pienso en ello me acuerdo en mi peli preferida "City of Angels", en conceto cuando la niña pequeña le dice a Seth: ¿Y para qué quieres volar si no tienes alas ni puedes sentir el viento en la cara? También adoro esa peli por la importancia que le da al sentir y, sin embargo, nosotros no hacemos más que compadeernos. Pero como Seth me alegro de haberle podido ver y ...»

- ¿Qué haces?
- No, nada- le respondí a la vez que cerraba mi cuaderno- ¡Vaya siestecita, ehh! Poco menos y te despiertas cuando aterrizamos.

Miquel se restregó los ojos y trató de cojer el cuaderno, pero yo fuí más rápida.

- ¿Por qué no me dejas verlo?
- Sabes que no me gusta que lean lo que escribo...
- Pero ¿has vuelto a escribir? -me interrumpió- ¿O solamente escribes un diario?¿No eres ya mayorcita para eso? -decía burlandose de mí a fin de quitarle hierro al asunto. Pues desde mi último bajón había dejado de lado una de las cosas que "mejor se me daban".
- No hay edad para escribir un diario -dije orgullosa- y en caso de que éste cuaderno lo fuera, no sería un simple diario...
- Ah ¿no?
- Pues no listillo
- Entonces si no es un diario no es secreto, y si no es secreto se supone que se puede leer -inquirió tratándo de cojerlo otra vez
- No tan rápido... -contesté mientras me zafaba

Y como cuando éramos pequeños trató de quitarmelo a la "fuerza" , si así se le podría llamar a hacerme cosquillas hasta dejarme indefensa, pero tuvimos que parar ya que los asientos de un avión no son precisamente muy espaciosos y tampoco queríamos molestar a los demás pasajeros.
De pronto sonó un aviso de que en breves momentos aterrizaríamos. Dios mío, el vuelo se me había pasado volando, y nunca mejor dicho. Guarde mis cosas, le sonreí a Miquel y cerré los ojos. Me encantaba sentir las ruedas y los botes al aterrizar.

Todos nos estarían esperando mamá, papá, Lola y quizás alguien más a quien hubiesen avisado de nuestro regreso. Pero lo único que me importaba era que yo me econtraba mucho mejor que la última vez que pisé ese aeropuerto.

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