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sábado, 22 de mayo de 2010

Navidaaad!

Siii! Por fin era Navidad, aunque esta época cada vez me entusiasmaba menos, pero el simple hecho d eque fuera mi "exilio" lo cambiaba todo.

Sinceramente fue una Navidad gris... salía con mi familia y disfrutaba algo de la navidad pero comenzaba a sentir dentro de mi un vacío que cada vez tiraba más de mí. Había una única manera de soportar el dolor que me causaba y era bajo el agua, todas las noches procuraba ser la última en el baño para poderme quedar el tiempo necesario. Una vez bajo el agua mi cuerpo respondía automáticamente, poco a poco las lágrimas comenzaban a salir de mis ojos recorriendo mis mejillas pasando junto a los labios y finalmente cuando llegaban a la barbilla saltaban al vacío para encontrarse con las que las habían precedido en un gran charco de agua. Una noche tras otra hacía lo mismo, luego me ponía mi pijama de franela para no pasar frío y me tumbaba en mi cama. De fondo oía la televisión que mis padres estarían viendo, luego me fijaba en el montón de libros de mi estantería y terminaba mirando el de mi masa de noche... Amanecer, lo había terminado hacía tiempo pero me daba pereza quitarlo de allí además no tenía ningún libro nuevo que ocupase su puesto ni animos para leerlo en caso de que fuera así. El hecho es que en todos los libros siempre había un final feliz, y aunque muchas veces me había convencido de que la vida no era nunca así en esas noches llegué a la conclusion de que estaba equivocada porque la vida no tiene un fin sino una continuidad y por lo tanto era imposible tal resolución de la historia.

Esas noches también intentaba pensar en que es lo que me pasaba o que podía hacer para solucionarlo, la mayoría de las veces me quedaba dormida en plena batalla mental y a su vez mi almohada con un dulce olor a fresas acababa humeda por las lágrimas que volvían a caer desde mis ojos.

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