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sábado, 22 de mayo de 2010

Miquel

Un día mientras batallaba mentalmente sucedio algo inesperado, o simplemente que había olvidado, de repente Lola salió corriendo hacia la puerta ladrando efusiva a la vez que mi madre salía de la cocina para ver que sucedía. Era mi padre pero no venía solo, entonces me asome al pasillo y como una niña de 5 años comencé a llorar y correr hacia la puerta a abrazarle. Era Miquel, como podía haberlo olvidado. Por mas que me acariciaba el pelo y me intentaba saludar no me separaba de él, no podía creerlo era mi salvación. Tras varios minutos mi padre logró separarme para que mi madre lo saludase. Esa noche todo fue diferente, estabamos sentados en el salón y mi hermano nos contaba como le iba en Madrid, se estaba especializando en autismo porque ya era licenciado en educación especial. Él era para mí un héroe. un modelo a seguir, el chico más increible sobre la faz de la tierra...
Esa noche, finalmente me fuí a la cama como los demás e inevitablemente sucedió lo de siempre, las lágrimas comenzaron a humedecer mi almohadón. Entonces vi a mi hermano agachado frente a mí y fue cuando suavemente me secó las que ahora caían por mis mejillas, sin decirme nada se sentó en el borde de la cama y me acarició el pelo, el sabía que era una de las cosas que más me gustaban en el mundo. Fue por iniciativa mía quien le contó lo que me sucedía,pues él como siempre no quería agoviarme y dejarme que se lo contara libremente. Esa noche tras hablar largo y tendido, comencé a sentir como ese dolor de mi pecho disminuyo un poco, aunque seguía ahí. Como Miquel había dicho: - La vida es una contínua carrera de obstáculos que debemos ir superando, si los dejamos para más tarde irá aumentando su dificultad y más dificil será superarlos pero no imposibles. La cuestión es no rendirse ni hundirse.Porque tu Paula, eres muy fuerte y muy afortunada.-

Y esa noche fue como aquellas en las que antes de acudir a mis padres por una pesadilla iba a ver a Miquel y, él en ocasiones, me dejaba dormir en su cama. Aunque esta vez fue al revés, el venía a mí intuyendo que ahora no soñaba pesadillas sino que "vivía" alguna mala.
Trás los pocos días que pasé con él, me arme de valor cambié mi forma de ver las cosas y me marqué nuevos propósitos, aunque me costarían lograrlos, y sobre todo buscar a la chica de los ojos verdes, pues quería conocerla y ayudarla como mi hermano había hecho conmigo.

Navidaaad!

Siii! Por fin era Navidad, aunque esta época cada vez me entusiasmaba menos, pero el simple hecho d eque fuera mi "exilio" lo cambiaba todo.

Sinceramente fue una Navidad gris... salía con mi familia y disfrutaba algo de la navidad pero comenzaba a sentir dentro de mi un vacío que cada vez tiraba más de mí. Había una única manera de soportar el dolor que me causaba y era bajo el agua, todas las noches procuraba ser la última en el baño para poderme quedar el tiempo necesario. Una vez bajo el agua mi cuerpo respondía automáticamente, poco a poco las lágrimas comenzaban a salir de mis ojos recorriendo mis mejillas pasando junto a los labios y finalmente cuando llegaban a la barbilla saltaban al vacío para encontrarse con las que las habían precedido en un gran charco de agua. Una noche tras otra hacía lo mismo, luego me ponía mi pijama de franela para no pasar frío y me tumbaba en mi cama. De fondo oía la televisión que mis padres estarían viendo, luego me fijaba en el montón de libros de mi estantería y terminaba mirando el de mi masa de noche... Amanecer, lo había terminado hacía tiempo pero me daba pereza quitarlo de allí además no tenía ningún libro nuevo que ocupase su puesto ni animos para leerlo en caso de que fuera así. El hecho es que en todos los libros siempre había un final feliz, y aunque muchas veces me había convencido de que la vida no era nunca así en esas noches llegué a la conclusion de que estaba equivocada porque la vida no tiene un fin sino una continuidad y por lo tanto era imposible tal resolución de la historia.

Esas noches también intentaba pensar en que es lo que me pasaba o que podía hacer para solucionarlo, la mayoría de las veces me quedaba dormida en plena batalla mental y a su vez mi almohada con un dulce olor a fresas acababa humeda por las lágrimas que volvían a caer desde mis ojos.

Adolescencia

El tiempo continuába corriendo, cómo si tuviese prisa por llegar a algún lugar. Y mis sentimientos o lo que fuese aquello permanecían en una constante lucha. Según los mayores erala adolescencia... pues vaya coñazo.
Entre saber si realmente sentía algo por Alex o simplemente es que se había convertido en un buen amigo. Por no hablar de la repentina amabilidad de Sandra y sus buenas intenciones hasta el momento. Las clases me tenían agoviadisima. Y luego mis amigas, no sabía que había pasado con ellas pues no eran las mismas parecía que alguien las hubiera cambiado por otras extrañas a las que sentía que no conocía, sentía que habían madurado o algo así porque no era típico de ellas su nuevo comportamiento. También había vuelto a ver a esa extraña chica de los ojos verdes, aunque cuando intentaba saludarla huía de mí como del resto. La Navidad era cada vez más cercana y me serviría de un pequeño respiro. Menos mal que Lucía siempre había sido diferente como yo y no me dejaría sola en estos momentos, ¿verdad?

Un río...

No paré de darle vueltas al extraño encuentro, pero decidí olvidarlo pues ese día no me encontraba muy bien y posiblemente fue producto de mi imaginación. En las siguientes semanas, fue cuando comenzo la "calma" y me sentí diferente y a la vez contenta porque volvía a estar bien. Y llevarme con todos aquellos a los que parecía tener olvidados.

Por momentos mi clase parecía un solo río, aunque a veces surgían afluentes...