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Gadjets para blogger

domingo, 30 de enero de 2011

[.5.] Bipolaridad

Y como una niña pequeña, como aquella vez en el tren hacia Londres... lo vuelvo a sentir todo. Salen a la luz sentimientos olvidados, que yo misma había querido ocultar para que no me hiciesen mas daño.

Lo miro y siento que todo continúa igual, pero en el fondo sé que no es cierto empezando por mi misma. Ya no era la misma, habían pasado muchas cosas desde Inglaterra y yo había cambiado.

Tras ese abrazo, me acompañó a recoger la mochila y comenzamos a caminar. Él había venido hasta el centro para comprar unas cosas, pero decidió quedarse a charlar. Mi pecho parecía a punto de estallar, tenía una sensación increíble entre emoción, vergüenza e indecisión.
Volví a entender que fue lo que me enamoró de él... Hablamos largo y tendido, poniéndonos al día. Habíamos acabado sentados en un banco con unas preciosas vistas en medio de la ciudad, pero no era en eso en lo que me fijaba. Finalmente acabamos hablando de nuestras tonterías, los recuerdos de auqel viaje, nos reíamos... Y sin darme cuenta, entre broma y broma estabamos cada vez más cerca. Al parecer los dos nos dimos cuenta al mismo tiempo y nos habíamos callado. Entonces cuando me decidí a romper el silencio, sentí como me besaba.


Se apartó unos segundos para comprobar si me había ofendido, pero no necesito mucho tiempo para obtener respuesta, ya que esta vez fuí yo quien lo besé.

Segundos después fuimos interrumpidos por un móvil. Era Miquel, preocupado porque no había vuelto ni dado señales de vida, pero con Alberto... el tiempo se me había perdido la noción del tiempo. Rápidamente le explique que me había encontrado con un amigo y que habíamos pasado la tarde recordando viejos tiempos, pero también que le había dejado una nota en la nevera.
Tapo el micrófono y le pregunto a Alberto si tiene que irse o si queria que cenáramos algo juntos.
Miquel, como durante esas tres semanas, me dijo que no pasaba nada pero que no llegase muy tarde para hacer las maletas. Hasta ese momento no hablia caído, mañana volvíamos a Canarias.

Sobre la marcha decidimos ir al Starbucks, porque hasta mi próxima visita no vería ninguno. Yo me tomé un Mocca Frappuccino y él un Frappuccino de Caramelo, deliciosos los dos. Junto con un par de muffins y un trocito de brownie. Mmm... deliciosos! No parábamos de reírnos, realmente me lo estaba pasando genial. Entonces me ofreció probar su muffin de arándanos, y justo cuando fui a darle un mordisco lo quitó y me besó. Sin duda era el mejor muffin que había probado en mi vida


Luego nos perdimos en mitad de la ciudad, unas veces hablábamos otras no, pero caminar sin rumbo fijo de su mano... Fue entonces cuando decidí contarle que ya mañana volvía a mi casa. Se paró en seco y me miro fijamente a los ojos, luego me sonrió y me dijo que no pasaba nada, que esta no sería la última vez. 

El tiempo se nos había ido volando y ya era hora de que nos despidiéramos, ya que su hermana pasaba a buscarle. Por lo que era cuestión de minutos.


Nos habíamos parado frente la boca de metro. Y antes de que dijera nada lo abracé y, como en nuestra última despedida, se deshizo de mis manos para dulcemente sujetarme la cara y besarme. Allí, en mitad de la calle, entre los últimos rezagados que entran al metro o salen para volver a casa tras un largo día. Sí, ese día había sido largo, pero maravilloso. Nunca olvidaría ese beso, suave, despacio, de corazón. Con mucha delicadeza nos separamos pero permanecimos juntos abrazados por la cintura y con su nariz unida a la mía. Entonces fui yo quien le dije:  -Por favor, esta vez no seas tu quien se olvide de mi-. Como antaño, se humedeció los labios y me sonrió pícaramente a la vez que me decía: -Mi Paula... a ti nunca podré olvidarte. Además el verano... tampoco queda muy lejos y tengo que conocer tu tierra-. Como a una niña pequeña, me sacó una tímida sonrisa, cómplice que solo el lograba entender. -Te tomo la palabra- fue lo único que logré decir, y tras un último abrazo bajé las largas escaleras.



Me sentía feliz, pero a la vez triste por saber que tan solo había durado unas horas. Y a cada paso, a cada metro que avanzaba sentía que no podía más. Una vez me senté en el vagón y comencé a llorar pero a la vez sonreía por cada recuerdo de esa tarde junto a él.


Por primera vez en mi vida me gusto que me hubiesen llamado bipolar, porque nadie sabría el significado que realmente tendría para mí serlo. Porque cuando yo soy bipolar es porque realmente quiero a alguien.


sábado, 29 de enero de 2011

[.4.]

Fría como el hielo, inmovil, absolutamente quieta... me quedé paralizada. No sabía que hacer. No sabía si era real, un simple sueño que me jugaba una mala pasada o que quizás me confundí. Como una tonta baje la cámara y rápidamente pulse el botón para visualizar la última foto en vez de mirarle directamente, pues en cierto modo temía descubrir la verdad y haberme confundido. Pero mientras aparecía la foto en la pantalla, noté a alguien frente a mí y cuando levanté la cabeza lo comprobé.
Era él, y estaba allí, frente a mí. Y yo sin embargo no era capaz de reaccionar. En microsegundos una ráfaga de imágenes y recuerdos invadieron mi mente, yendo hasta el principio.


El regalo del viaje, el vuelo, la llegada a Inglaterra, la primera clase, el primer día que lo ví. Nuestra primera conversación donde sin conocernos decidimos irnos de mochileros por EEUU, su sonrisa, él. Otro día que nos cruzamos y no le reconozco, la noche que me bañé en la playa, otra conversación. El viaje en tren, mi bipolaridad, el viaje de vuelta, locura, me río de el simulando que me mete mano bajo la mesa, un zumo que subía la glucosa a mil, cartas. Su primer apodo, como se humedecía los labios para luego mirarme de esa forma tan pícara y única, última fiesta. Música,bailo, canto, río, disfruto. Me lo encuentro bailamos, reímos, cada vez más juntos y me besa. 1, 2, 3... dejo de contar. Pocas noches juntos pero inolvidables, sin dormir, hablando, conociéndonos, jugando, cosas que solo nosotros entenderíamos. Dormir 15 minutos, desayunar un vaso de agua y finalmente la despedida, más bien un hasta luego. Su beso, su último beso.
Tantos recuerdos en tan pocos segundos. Entonces noté su mano en mi cara con dulzura para limpiarme  la tímida lágrima que bajaba mi mejilla. Después como quién se reencuentra con alguien a quien no hubiese visto en siglos. Lo abracé con fuerza para comprobar que era real. Que era él.