Y como una niña pequeña, como aquella vez en el tren hacia Londres... lo vuelvo a sentir todo. Salen a la luz sentimientos olvidados, que yo misma había querido ocultar para que no me hiciesen mas daño.
Lo miro y siento que todo continúa igual, pero en el fondo sé que no es cierto empezando por mi misma. Ya no era la misma, habían pasado muchas cosas desde Inglaterra y yo había cambiado.
Tras ese abrazo, me acompañó a recoger la mochila y comenzamos a caminar. Él había venido hasta el centro para comprar unas cosas, pero decidió quedarse a charlar. Mi pecho parecía a punto de estallar, tenía una sensación increíble entre emoción, vergüenza e indecisión.
Volví a entender que fue lo que me enamoró de él... Hablamos largo y tendido, poniéndonos al día. Habíamos acabado sentados en un banco con unas preciosas vistas en medio de la ciudad, pero no era en eso en lo que me fijaba. Finalmente acabamos hablando de nuestras tonterías, los recuerdos de auqel viaje, nos reíamos... Y sin darme cuenta, entre broma y broma estabamos cada vez más cerca. Al parecer los dos nos dimos cuenta al mismo tiempo y nos habíamos callado. Entonces cuando me decidí a romper el silencio, sentí como me besaba.
Se apartó unos segundos para comprobar si me había ofendido, pero no necesito mucho tiempo para obtener respuesta, ya que esta vez fuí yo quien lo besé.
Segundos después fuimos interrumpidos por un móvil. Era Miquel, preocupado porque no había vuelto ni dado señales de vida, pero con Alberto... el tiempo se me había perdido la noción del tiempo. Rápidamente le explique que me había encontrado con un amigo y que habíamos pasado la tarde recordando viejos tiempos, pero también que le había dejado una nota en la nevera.
Tapo el micrófono y le pregunto a Alberto si tiene que irse o si queria que cenáramos algo juntos.
Miquel, como durante esas tres semanas, me dijo que no pasaba nada pero que no llegase muy tarde para hacer las maletas. Hasta ese momento no hablia caído, mañana volvíamos a Canarias.
Sobre la marcha decidimos ir al Starbucks, porque hasta mi próxima visita no vería ninguno. Yo me tomé un Mocca Frappuccino y él un Frappuccino de Caramelo, deliciosos los dos. Junto con un par de muffins y un trocito de brownie. Mmm... deliciosos! No parábamos de reírnos, realmente me lo estaba pasando genial. Entonces me ofreció probar su muffin de arándanos, y justo cuando fui a darle un mordisco lo quitó y me besó. Sin duda era el mejor muffin que había probado en mi vida.
Luego nos perdimos en mitad de la ciudad, unas veces hablábamos otras no, pero caminar sin rumbo fijo de su mano... Fue entonces cuando decidí contarle que ya mañana volvía a mi casa. Se paró en seco y me miro fijamente a los ojos, luego me sonrió y me dijo que no pasaba nada, que esta no sería la última vez.
Luego nos perdimos en mitad de la ciudad, unas veces hablábamos otras no, pero caminar sin rumbo fijo de su mano... Fue entonces cuando decidí contarle que ya mañana volvía a mi casa. Se paró en seco y me miro fijamente a los ojos, luego me sonrió y me dijo que no pasaba nada, que esta no sería la última vez.
El tiempo se nos había ido volando y ya era hora de que nos despidiéramos, ya que su hermana pasaba a buscarle. Por lo que era cuestión de minutos.
Me sentía feliz, pero a la vez triste por saber que tan solo había durado unas horas. Y a cada paso, a cada metro que avanzaba sentía que no podía más. Una vez me senté en el vagón y comencé a llorar pero a la vez sonreía por cada recuerdo de esa tarde junto a él.
Por primera vez en mi vida me gusto que me hubiesen llamado bipolar, porque nadie sabría el significado que realmente tendría para mí serlo. Porque cuando yo soy bipolar es porque realmente quiero a alguien.